Vicente Gallego
LA LLAMADA DE LA SELVA
Siempre fue la tristeza
un dócil animal de compañia
con el que yo he jugado algunas tardes.
Sin apretar los dientes me tiraba del brazo,
paseaba conmigo, se sentaba a mis pies
en los fríos inviernos.
En los dias aciagos, por probar su obediencia,
le lanzaba mi alma, y ella me la traía
dulcemente empapada en su aliento doméstico.
Simpre fue la tristeza
un dócil animal de compañia,
que hace tiempo ha adoptado
esta fea costumbre de morder a su amo.
Siempre fue la tristeza
un dócil animal de compañia
con el que yo he jugado algunas tardes.
Sin apretar los dientes me tiraba del brazo,
paseaba conmigo, se sentaba a mis pies
en los fríos inviernos.
En los dias aciagos, por probar su obediencia,
le lanzaba mi alma, y ella me la traía
dulcemente empapada en su aliento doméstico.
Simpre fue la tristeza
un dócil animal de compañia,
que hace tiempo ha adoptado
esta fea costumbre de morder a su amo.
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